Esade do Better cuestiona en este artículo la siguiente premisa: si bien un incremento del trabajo en casa tiene una relación directa con el descenso de la contaminación por traslados, ¿es sostenible la digitalización que se necesita para que las personas trabajen en remoto?
El número de personas trabajando desde casa en la zona euro se ha incrementado del 5 al 15% desde 2015. Muchas organizaciones han adoptado este incremento del trabajo remoto y lo han elogiado como parte integral de sus medidas de sostenibilidad: “Las ventajas de la digitalización se manifestaron de forma clara al principio de la pandemia y, gracias a la tecnología, las personas empezaron a trabajar desde casa de forma casi inmediata”, declaró a Esade el CEO de Nestlé en marzo del año pasado.
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Pero, si bien un incremento del trabajo en casa tiene una relación directa con el descenso de la contaminación causada por los traslados diarios al puesto de trabajo – un beneficio obvio para alcanzar los objetivos de reducción de carbono – ¿es sostenible la digitalización que se necesita para que las personas trabajen en remoto?
Los dispositivos que utilizamos en casa, para el trabajo y para el ocio o placer, han sido señalados como culpables de generar el 3,7% de las emisiones de efecto invernadero globales, el mismo nivel de emisiones que genera la industria aérea. Pero estas estadísticas que acaparan titulares quizá no sean lo que parecen.

E-MAILS
Según cifras ampliamente citadas, los mails “innecesarios” generan hasta 23.475 toneladas de carbono al año, el equivalente a 81.152 vuelos desde Reino Unido hasta Madrid. Pero la fuente de estas cifras ha admitido que los datos son antiguos y el autor del libro de donde originariamente se tomaron -Mike Berners-Lee- ha afirmado también que sus estimaciones del 2010 están siendo mal utilizadas.
¿Cuánto carbono genera un e-mail? Berners-Lee ha actualizado sus datos para reflejar una nueva forma de entender las emisiones y ahora sugiere que un e-mail genera el equivalente a entre 0,03 g y 26 g de dióxido de carbono, una importante caída con respecto a las cifras originales de 0,3 y 50 g que aún hoy se están utilizando en muchos artículos y reportajes en internet.

PÁGINAS WEB
¿Cuánto carbono se generó intentando identificar la fuente exacta de estos datos mal usados? Según , que ofrece una “calculadora de carbono de webs”, una página web media genera aproximadamente 0,5g de CO2 por página vista, un cálculo que, según admite la misma organización, supone “una verdadero desafío” de realizar.
La metodología usada, según afirman, ha sido desarrollada y reajustada a lo largo del tiempo. Los cálculos se hacen en base a la cantidad de datos transferidos a través del cable, la intensidad energética de los datos web, la fuente de energía utilizada por el centro de datos, la intensidad de carbono de la electricidad y el tráfico de la web.
“Cuando reunimos toda esta información, nos hacemos una idea bastante aproximada de las emisiones asociadas al uso de un usuario medio de cualquier web”, explican. “Multiplicando el carbono por página vista por el número anual de páginas vistas podemos estimar las emisiones totales de CO2 en un año”.

STREAMING
La cantidad de datos usados en los servicios de streaming, como Netflix y Amazon Prime, han sido también objeto de titulares a nivel global. Y también ha sido desacreditada de una forma similar.
La mayor parte de las noticias difundidas a nivel mundial indican que las emisiones que se generan viendo 30 minutos de Netflix son las mismas que las generadas al conducir 6,28 km: 1,6 kg de CO2. La fuente citada de estos datos, el grupo de expertos francés The Shift Project, se desmarcó rápidamente de ellos.
En una larga declaración explicó que “esos datos no se encuentran en ninguno de nuestros informes, pero han sido proporcionados por uno de nuestros colaboradores durante una entrevista y posteriormente presentados de forma engañosa en diferentes medios”.

CENTROS DE DATOS
Un tema a destacar, más allá del hecho de extrapolar datos antiguos y usarlos para hacer titulares que generen clicks, es la evolución constante de la tecnología usada por los centros de datos, responsables de guardar y compartir información en nuestros dispositivos digitales.
Según la IEA (Agencia Internacional de Energía en sus siglas en inglés), los avances en eficiencia energética han limitado significativamente la demanda de energía de los centros de datos. Según sostienen, a pesar de haberse producido un incremento sustancial del tráfico en internet y de las cargas de trabajo de los centros de datos en la última década, la energía que utilizan se ha mantenido prácticamente a los mismos niveles.
“El tráfico global de internet aumentó casi un 40% entre febrero y mediados de abril de 2020, a causa del crecimiento del uso del videostreaming, de las videollamadas, del juego online y de las redes sociales”, indica la IEA. “Este crecimiento supone el máximo crecimiento de demanda de servicios digitales de la última década: desde 2010, el número de usuarios de internet a nivel mundial se ha doblado mientras que el tráfico se ha multiplicado por doce”.

LOS DATOS SON EL NUEVO COMBUSTIBLE
Si bien es cierto que recibir menos cantidad de e-mails innecesarios podría ayudar, los riesgos para el planeta provocados por internet son significativamente menores que los provocados por el uso continuado de combustibles fósiles.
“En el cuarto día de la agresión de Rusia (a Ucrania), la autoridad líder en cambio climático, la IPCC, emitió una dura advertencia a la comunidad global”, declaró la presidenta de la UE Ursula von der Leyen en el encuentro European Development Days celebrado en junio.
“Está demostrado que nuestro clima está cambiando más rápido que nuestra capacidad de adaptarnos a él. Tenemos que acelerar las inversiones para frenar las emisiones o afrontaremos dramáticas consecuencias”.
“El combustible de la nueva economía son los datos. El destino de las generaciones futuras depende más que nunca de la calidad y la cantidad de nuestra inversión actual en infraestructura”.