Por Paulo Parra, Country Manager para Chile y Perú de SatoshiTango.
A los que estamos familiarizados con la industria de las criptomonedas no nos deberían sorprender las medidas que desde hace años ha venido implementando la República Popular de China con estos instrumentos que generan valor. Comenzó en 2009 con la prohibición de cualquier tipo de monedas digitales; continuó en 2013 con la instrucción del Banco Popular de China (PBC) de no permitir a las instituciones financieras transar con monedas digitales como bitcoin. Y así ha seguido por años hasta que, el pasado 20 de junio, tomó medidas restrictivas al cerrar prácticamente todas las empresas de minado en la provincia de Sichuan, además de instruir a las compañías eléctricas para que dejaran de prestar servicios a esas empresas y granjas de minado, generando una caída a nivel mundial de 33% en el procesamiento de datos criptográficos. Esto develó que un tercio de la minería mundial estaba atomizada en el gigante asiático -debido a que la electricidad es más económica que en otros lugares del mundo-, lo que generó un caída de los activos, cercana a 18%.
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El último golpe contra el ecosistema criptográfico se realizó este 24 de septiembre cuando el BPC publicó un comunicado en su sitio web afirmando que todas las transacciones y servicios relacionados con las criptomonedas son ilegales. Es decir, no tienen el mismo comportamiento legal que una moneda fiduciaria y, por tanto, están prohibidas para su uso en territorio continental. Esta situación generó volatilidad en todas las monedas digitales, además del inicio por parte de los brokers internacionales del cierre de cuenta a los usuarios chinos.
Se podría interpretar que estas medidas impuestas por Pekín tienen su origen en preocupaciones relevantes y prioritarias como el impacto ambiental que podría producir la minería criptográfica o las posibles amenazas que podría generar el lavado de activos. Según un estudio de investigadores del Cambridge Center for Alternative Finance, el 76% de los mineros de bitcoin utilizan fuentes de energía renovable. Eso ha logrado que el 39% del total de energía consumida sean energías no fósiles. Por otra parte, según el Informe sobre Criptomoneda de Chainalysis 2020, solo un porcentaje menor, como el 1,1% del volumen total de criptomoneda, se considera ilícito y los volúmenes relacionados a delitos están vinculados más a estafas que representan aproximadamente el 0,46% del volumen total de los criptoactivos.
En este escenario, pareciera ser que el endurecimento de las medidas que China ha adoptado contra la industria cripto responde más al temor del gigante asiático a perder su estabilidad financiera y a un interés -legítimo por cierto- de potenciar su yuan digital, que es su propia criptomoneda, regulada y controlada por el Banco Popular de China.
¿Pero es bueno este paso decidido de China? Comparto lo que dijo Matías Bari, CEO de Satoshitango, al portal Coin Times, de Brasil: “China ya ha dado varios pasos en esta dirección. La noticia no es nueva. Sin embargo, es otro paso. Personalmente, creo que las prohibiciones no son buenas y China prohíbe varias cosas que apreciamos: libertad, descentralización, bajo control por parte de una organización. Por lo tanto, prohibir las criptomonedas solo refuerza que estas características son reales”.
En definitiva, toda medida del país asiático que vaya en contra de la democratización de las inversiones y de la posibilidad de que las personas puedan contar con productos y servicios más rápidos y a menor costo, va en contra de las acciones económicas en un mundo globalizado donde debemos poner a las personas antes que a los grandes bancos centrales o grupos económicos.