Por Charles Haddrell, Customer Director Tech, New Zealand Trade & Enterprise.
Tras la intensa aceleración que experimentó la transformación digital en el contexto de la pandemia, hoy el sector tecnológico enfrenta desafíos distintos, que no ponen en riesgo su crecimiento ni su capacidad de respuesta para las problemáticas que nos importan globalmente, sino más bien representan una nueva etapa de desarrollo en que los enfoques deben cambiar.
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Por un lado, vemos cómo los inversionistas están más cautos, evaluando detenidamente riesgos y retornos en un contexto incierto. Eso hace que el levantamiento de fondos sea más complejo y también más lento, especialmente para aquellas startups en etapas iniciales. En otras palabras, la consigna del crecimiento a toda costa ha quedado atrás (al menos por un tiempo), y para lograrlo, probablemente, el camino será recurrir a fusiones, adquisiciones y el crecimiento orgánico, basado en una visión y comprensión sólida del negocio.
Hay tres claves que, a mi juicio, resultan fundamentales para las empresas tecnológicas en estos tiempos. La primera y la más básica es identificar claramente su propósito. Las empresas tecnológicas neozelandesas tienen en común su punto de partida: la identificación de un problema que provoca impactos no deseados, que impide avanzar, crecer o mejorar. Para resolver ese problema se buscan soluciones que sean una buena respuesta a ese desafío en cualquier lugar del mundo, ya sea Auckland, Santiago, Bolonia o Singapur. Y esta mirada es fundamental, porque marca la diferencia entre pensar en un producto y crear una mejor forma de hacer las cosas.
Una segunda clave está en el potencial de atraer talento, lo cual es un desafío de magnitud. En tiempos en que el dinero es escaso, contar con personas que tengan el conocimiento y habilidades necesarias es más complejo. Por eso, proyectos que plantean propósitos claros, que representen en sí mismos desafíos profesionales que pueden tener impacto y alcance global, es un factor de atracción no solo para formar equipos internos, sino también para movilizar la colaboración con otros actores del ecosistema.
Y una tercera clave está en la flexibilidad. Las empresas tecnológicas hoy deben tener interpretaciones correctas de su entorno para poder adaptarse de manera rápida a los cambios regulatorios, sociales y económicos.
Pensar en soluciones globales, es una inspiración que permite a las empresas tener en perspectiva su capacidad para mejorar la vida de las personas, en distintos lugares del mundo: ese es el horizonte. En tanto, la flexibilidad es la habilidad que permitirá lograr la sostenibilidad de los negocios tecnológicos, en sus distintas etapas de desarrollo.
La transformación digital no se detendrá porque el escenario económico sea adverso, pero sí veremos cambios en las estrategias de desarrollo de las compañías del sector, que estarán centradas en un aspecto básico de cualquier negocio: su capacidad de autosustentarse a partir de la solidez de su propuesta.
En Nueva Zelandia, somos los primeros en ver el mañana. Esa consigna tan real y sencilla inspira el desarrollo de la tecnología en el país: “See tomorrow first” es una invitación a usar la tecnología para hacer que el mañana sea mejor que hoy. Una invitación a desarrollar nuevas ideas, nuevas perspectivas y nuevas maneras de hacer las cosas para facilitarle la vida a las personas y a los negocios, enfrentando de mejor forma los desafíos que nos depara el futuro.