14/02/2022
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A raíz del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: cambiemos las muñecas por cohetes

OPINIÓN - Por Evelyn Silva, jefa nacional de la Unidad de Gestión de la Innovación en Instituto de Investigaciones Agropecuarias - INIA.

Por Evelyn Silva, jefa nacional de la Unidad de Gestión de la Innovación en Instituto de Investigaciones Agropecuarias – INIA.

«El asombro es la base del conocimiento», decía Platón, y como el pasado viernes celebramos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, esta frase toma especial sentido. Ser científica es jamás perder la capacidad de hacer preguntas y de asombrarse con las respuestas. Ser científica o científico es investigar sin sesgos, reflexionar sin ataduras, encontrar pruebas que confirmen o refuten una hipótesis, y por sobre todo, ayudar a encontrar respuestas a los desafíos sociales, ambientales, sanitarios, productivos, etc.

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En 2015, la Asamblea de Naciones Unidas aprobó la proclamación de este día -11 de febrero- para apoyar y promover el acceso de niñas y mujeres a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Porque incorporar niñas y mujeres a la ciencia es condición necesaria para avanzar hacia el desarrollo sostenible.

Desde el punto de vista de la comunidad científica, esa incorporación supone ampliar los horizontes al contar con todo el talento disponible. Pero aunque hay varios ejemplos virtuosos, lamentablemente Chile no ha visto crecer demasiadas mujeres científicas, y a las que hay, no les ha dado suficiente reconocimiento por sus aportes.

En el mundo, todavía las brechas de género en la investigación son enormes, y las mujeres están subrepresentadas en las ciencias. Menos del 30% de los investigadores en todo el mundo son mujeres, indican datos de la agencia de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco.

¿Distinto es lo que sucede en Chile? Si se analiza a las personas que trabajan en actividades de investigación y desarrollo (I+D), considerando a los trabajadores de jornadas completas, las mujeres son apenas el 38% (promedio de los años 2011 a 2017). Es uno de los porcentajes más bajos de toda Latinoamérica. Por otro lado, si miramos las titulaciones de pregrado por área y sexo (2009-2017) en Chile, las opciones femeninas se orientan principalmente a carreras como salud, servicios sociales, y educación (ambas 80%). En tanto, en aquellas de ciencias y en las de ingeniería, industria y construcción, los porcentajes son muy bajos, con el 20% y el 17%, respectivamente. Es más, en la última adjudicación de becas de doctorado de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), de Chile, sólo el 33% de los beneficiados son mujeres.

Los factores que explican esta brecha son múltiples y comienzan desde que somos pequeñas: en la educación primaria, por ejemplo, aún se reproducen ciertos estereotipos que se traducen en niñas jugando con muñecas, y niños con autos, mecanos y cohetes. La trampa está en que estas niñas crecen pensando en que el mundo de la ciencia es para hombres, y que su desarrollo profesional debe estar enfocado a la atención directa de otros, más que a descubrir el porqué de las cosas.

En la adultez, hay otros sesgos que explican el hecho de que las mujeres científicas lleguen en menor proporción a posiciones de liderazgo, que tengan menos oportunidades de acceso a publicaciones o que se vean afectadas por las conocidas brechas salariales.

Todos estos hechos ameritan el impulso de nuevas y variadas políticas afirmativas que garanticen el fomento del aprendizaje de ciencias desde pequeñas y que aseguren una justa representación de las mujeres en las instituciones dedicadas al trabajo científico.

Cuando yo era niña, antes de pensar o conocer siquiera a «las científicas», me gustaba preguntar y conocer cómo y por qué funcionaban las cosas. Recuerdo a mis papás incentivando mi curiosidad mediante libros, conversaciones y paseos sencillos al Cajón del Maipo a buscar fósiles, por ejemplo. Ese tipo de vocación por la ciencia requiere de un acompañamiento activo a niñas y que garantice que no pierdan su capacidad de asombro y de preguntárselo todo.

Para acabar con la brecha de género en ciencias es clave incentivar en las niñas una mirada científica a través de ejemplos cercanos y locales, fáciles de seguir e imitar. Solo así construiremos una cultura donde las niñas también jueguen con cohetes.

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