Andrea Campos, CEO y fundadora de la healthtech Yana: “Tuve depresión muchísimos años y visité terapeutas a los que iba a escondidas”

Iniciar

Yana, el chatbot creado por la mexicana Andrea Campos, está entre las aplicaciones más descargadas en habla hispana. A partir de su propio padecimiento, hoy ayuda a millones de personas, principalmente a adolescentes, a luchar contra la depresión. Su compañía ya despertó el interés de importantes fondos como ALLVP y 500 Global, y de organismos como BID Lab.

Yana es el acrónimo de “You Are Not Alone” y el chatbot creado por la mexicana Andrea Campos, en 2017, para “darle acompañamiento a las personas que se sienten solas cuando están pasando por un momento difícil”.

Suscríbete a nuestro newsletter

Campos sabe lo que hace. Luchó de manera silenciosa contra la depresión durante muchos años, una enfermedad de salud mental cada vez más común -mucho menos aceptada- entre los adolescentes de México y el mundo. Según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), solo en el país “el 90% de los jóvenes tienen problemas de ansiedad, depresión y estrés, pero no buscan ayuda”.

La problemática no se limita a la Generación Z. Desde 2020, los trastornos emocionales son la primera causa de incapacidad laboral en México, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, según el estudio “El factor Invisible“, de BID Lab, actividades como la de emprendedor de alto impacto, hoy con un brillo especial en la sociedad, están especialmente expuestas a presentar problemas de salud mental como la depresión.

“El hecho de que este desafío personal muchas veces parezca invisible y se suela enfrentar en solitario, por estigmas o prejuicios, hace que el sector de los emprendedores de alto impacto sea mucho más propenso a sufrir dolencias en bienestar y salud mental, en comparación con la población en general”, reafirma el estudio.

En una búsqueda afanosa de Andrea por ayudarse a sí misma era asidua participante de diferentes foros de autoayuda en línea, y trabajó desde muy joven para tener su propio dinero, entre otras cosas, para ir a terapeutas sin que sus padres y allegados se enteraran. En la soledad de ese camino se encontró con la terapia cognitivo conductual y se dio cuenta de que esta podía ayudar a personas que estaban pasando por lo mismo que ella.

En uno de sus episodios de depresión abandonó la carrera de Dirección de Empresas de Entretenimiento y después de un tiempo que dedicó a sanar, empezó a salir con el fundador de una startup. En las actividades de los desarrolladores que trabajaban en las oficinas de su pareja encontró un refugio. “Para algo me va a servir programar”, supuso. Y así fue cómo, luego de un año y medio, y de manera casi autodidacta, aprendió a programar.

Más tarde, para el trabajo final de un curso se dio cuenta de que era posible automatizar algunos de los mecanismos de la terapia cognitivo conductual a la que recurría cuando llegaba la depresión, y empezó a crear lo que sería Yana unos años después. “Empecé a conectar nodos y dije: yo necesito esto para mí”, explica.

La compañía fue fundada en 2017, pero no es hasta 2020 que el chatbot sale al público. Su adopción, sobre todo por adolescentes, ha sido más que sorpresiva. Yana tiene hoy más de 13 millones de usuarios, una startup que HolonIQ considera una de las 50 healthechs más prometedoras de América Latina, y que anunció hace apenas un par de días el desarrollo de nuevas funcionalidades basadas en inteligencia artificial, en lo que adelanta como la transformación más importante de su corta historia.

Conversamos con Andrea Campos sobre el crecimiento de su startup creada a partir de sus necesidades, y de la manera cómo está impactando a un sector de la población muy vulnerable. Y también hablamos sobre la salud mental y de como “salió del closet” de la depresión.

Uno de tus primeros descubrimientos en esa búsqueda que derivó en la creación de Yana es la terapia cognitivo conductual. ¿Cómo compaginas esta con la creación de Yana?

-Tuve depresión muchísimos años. Y viendo cómo salir leí libros de autoayuda, visité foros en internet y algunos terapeutas a los que iba a escondidas. Empecé a trabajar muy joven y uno de los motivantes, además de vivir en otro país, era que quería empezar a ir a terapia y no le quería decir a mis papás.

Busqué terapia desde diferentes tipos de acercamientos. En todo este camino de descubrimiento gigante, en 14 años, me encontré con varias corrientes y entre ellas di con un buen terapeuta cognitivo conductual. Este me explicó el fundamento básico: cómo funciona la relación entre pensamiento, emoción y situación. Me enseñó, principalmente, el poder de las acciones; me dio una hoja de papel y me anotó una lista de cosas que tenía que hacer en la semana, con un espacio para llenar: cómo me hizo sentir y en qué porcentajes cumplí. Y así cada semana…

¿Y al mismo tiempo te encuentras con la programación?

-Me voy a Ciudad de México (desde Cancún) a estudiar la universidad, estoy año y medio ahí y tengo otro episodio de depresión. Abandoné la carrera y decidí irme a Puerto Escondido (una playa turística y muy relajada en el pacífico mexicano) donde estuve unos seis meses y me di cuenta que ese no era un estilo de vida para mí. Yo soy muy intensa y muy perfeccionista, y hay muchas cosas que quiero hacer a mi manera. Ahí me encontré con todo lo contrario.

Después de regresar, estaba muy confundida. Quería estudiar medicina; quería ser criminóloga forense; quería dedicarme a la moda. Pero después de abandonar la carrera empecé a salir con una persona que tenía una startup en Ciudad de México. Yo pasaba mucho tiempo en su casa que siempre estaba llena de programadores. Poco a poco me fui acercando y observando lo que estaban haciendo, me fui involucrando, y dije ‘esto me va a servir para algo. No sé para qué, pero algún día lo sabré.

CONECTANDO LOS NODOS

¿Y cómo fue ese paso de programar a crear Yana?

-En 2016, estaba haciendo un curso que duraba dos meses. Como a la mitad de ese curso vuelvo a tener otro episodio depresivo y ahí es cuando conozco la terapia cognitivo conductual y también empiezo a recibir farmacoterapia. Y me doy cuenta que mucho de lo que me están diciendo y me estaban mandando a hacer se puede automatizar.

En el segundo mes tengo que hacer un proyecto en donde aplicar todo lo que había aprendido en el primero. Entonces, empecé a conectar nodos y dije yo necesito esto para mí, y decidí presentar la idea de Yana, que ya me estaba rondando desde antes.

Durante las siguientes semanas me obsesioné con la idea de que un psicólogo me la validara, y cuando uno lo hizo, nos invitaron a un Startup Weekend, que yo pensaba que era un hackathon… Todavía no estábamos preparados.

¿Para entonces ya tenías la idea desarrollada?

-No. Era apenas una idea y yo no quería pitchear mi idea porque me daba mucha pena decir tengo depresión. Tampoco me llamaba la atención los proyectos que estaban pitcheando, porque si una idea o una startup no tiene un componente social me da mucha flojera. Finalmente, se la pitchee a un compañero y resonó.

Para entonces, ¿no tenías una idea del modelo de negocios?

-No, para nada. En ese momento pensábamos que íbamos a una competencia de programación. Entonces empezamos a trabajar en el código. Cada cierto tiempo se acercaban mentores a preguntarnos sobre el modelo de negocio, a lo que yo siempre respondía que sería gratis o lo financiaría el gobierno. Esa respuesta continua provocó que los organizadores me dijeran que, si no me lo iba a tomar en serio, entonces nos iban a descalificar. Que un negocio debía tener un modelo de negocio viable y factible, y que ese era el punto de ir y no solo se trataba de programar. Ahí decido decirle al equipo que ellos se encarguen del código mientras yo empiezo a construir el modelo de negocios. Ahí es cuando me doy cuenta que hay todo un mundo detrás. Hago los mockups, las encuestas, le marco a psicólogos, les pregunto el tema de los precios, hago las proyecciones, etc. Y nos damos cuenta que había una respuesta muy interesante de la gente, aceleradoras interesadas y más. Entre el Startup Weekend y la graduación, sabíamos que algo teníamos en las manos.

-¿Con qué te encuentras?

-Me di cuenta que no es lo mismo un proyecto escolar a lo que quería hacer. Yo no estaba muy familiarizada con el concepto de startups, a pesar de que mi novio tenía una; yo me había enfocado 100% en programación. Arranqué con uno de los compañeros que estuvo trabajando conmigo unos meses, pero que ya no trabaja conmigo.

Empiezas a conseguir inversión.

-Después de casi 1 año de estarlo haciendo sin dinero, hice una campaña con Donadora (crowdfunding) y conseguí unos US$10.000 para contratar a un par de personas.

-¿Ya para ese momento habías superado la vergüenza de exponer tu depresión?

-La vergüenza definitivamente se fue, no te da opción. Yo creo que me habrá costado los primeros seis meses, quizás, y todavía para cuando empezó la campaña de Donadora tuve mucha resistencia, porque sabía que iba a tener que grabar un video en donde iba a tener que compartir un poco de eso. Mi nervio más grande era que lo vería mi familia extendida, mis amigos de la infancia. Todavía había mucha resistencia; ahorita me da exactamente lo mismo. Para mí, ahora es como hablar del desayuno.

Me costó trabajo, pero también fue muy gratificante. Mucha gente que nunca me imaginé que tuviera algún tipo de problema se empezó a acercar a mí por el video, y no necesariamente gente cercana. Me empezaron a escribir para pedirme ayuda o consejos o lo que fuera. Fue un proceso muy interesante.

¿La depresión todavía se hace presente?

-Es algo con lo que todavía sigo, pero ahorita estoy dejando los antidepresivos. Esto es lo menos medicada que he estado desde antes de empezar Yana. Estoy activamente haciendo esfuerzos preventivos y los voy a tener que hacer toda mi vida, a sabiendas de que van a haber momentos en donde de todas formas va a llegar.

En alguna entrevista hablas sobre salir del clóset de la depresión. Después de la pandemia, la salud mental ha pasado a un primer plano. ¿Crees que se ha perdido la necesidad de esconder la depresión?

-La pandemia le dio muchísima más visibilidad y provocó que se empezara a hablar de depresión en espacios en donde realmente no se hablaba, sobre todo en el trabajo. La NOM 035 (norma mexicana que obliga a las empresas a identificar, analizar y prevenir los riesgos psicosociales que se pueden desarrollar en un ambiente laboral) también empujó un poco a empezar a tener estas conversaciones.

Pero creo que la pandemia tuvo un impacto para cada generación diferente. La Z es una generación mucho más abierta a reconocer, aceptar y hacer verbal cómo se sienten y esto tiene que ver mucho con el lanzamiento de plataformas como TikTok, en la cual pueden decir todo lo que piensan y sienten. Eso y la pandemia creó un boom para esa generación. En una generación más arriba ya era algo de lo que estaba hablando y la pandemia le ayudó a aceptar que esto existía. Y hay una generación que todavía sigue resistente, pero que ya sabe que existe y está más abierta a escucharlo, pero que no necesariamente lo habla todavía.

YOU ARE NOT ALONE

¿Cuándo lanzas la aplicación?

En 2020. Antes de eso, todo fueron validaciones por WhatsApp, chatbots en Facebook Messenger. Ni siquiera era un producto mínimo viable.

¿Se encontraron con obstáculos regulatorios?

-No, fue algo que desde el principio estuvo muy presente. Desde el 2017, yo tenía muchas dudas de cuáles eran los lineamientos, en qué cosas me debería basar para hacer la aplicación, para saber que no le estaba haciendo daño a nadie.

Tienes toda esta regulación que tienen los dispositivos médicos, pero no es un dispositivo médico. Tuve que acercarme voluntariamente a Cofepris (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios) para saber cuáles son mis limitaciones. Tal vez lo pude haber omitido. No era algo que tenía que haber hecho forzosamente, pero internamente era algo muy importante para mí.

En todo ese camino, fui descubriendo varias cosas, por ejemplo, que necesitas ciertos permisos, qué necesitas si vas a anunciar a terapeutas, aunque ese no es mi caso. El tema de si puedes dar diagnósticos o no. En el caso de estos tests que te dicen si tienes ansiedad o depresión y demás, cómo se deberían manejar. Al final, todo se reduce al lenguaje. Yo decidí enfocarme en acompañamiento, información, guías y ahí no había tanto problema.

Más que un obstáculo estábamos entrando en un área gris y yo no me quería arriesgar a lanzar sin entenderla o conocerla bien. Y es que en general la salud mental es un área gris en este país. Al acercarme a las autoridades, estas tampoco saben qué decir. Fue un poco de descubrimiento en conjunto. Y al final decidí basarme en lineamientos internacionales.

Después del lanzamiento en 2020 hay un momento en que despega Yana. ¿Sabías que esto iba a tener esa aceptación y que encontrarías esa necesidad tan fuerte en la gente?

-Definitivamente la meta era tener esos números, pero no pensé que lo fuéramos a lograr tan pronto. Simplemente no estaba en el mapa. Curiosamente, aunque el destaque fue en App Store, la gran mayoría de gente que nos llegó fue en Play Store, a pesar de que ahí no teníamos ningún tipo de featuring.

¿Fue un voz a voz?

-Los mismos chavos estaban haciendo muchos videos en redes sociales; esta misma generación que te contaba que está dispuesta a hablar de sus cosas. Alguien hace un video, se esparce, otra persona que lo vio decide hacer otro video, y de repente algunos se hicieron virales. Asumo que el origen fue el destaque.

¿En qué ha cambiado Yana de ese momento a hoy?

-Mucho, muchísimo. La idea original era nada más una aplicación que te mandara las actividades personalizadas que a mí me mandaron en una hoja en terapia, que hicieras un test rápido y que ese test determinara el nivel de depresión que tenías, y con base en eso, te llegara una lista de actividades personalizadas, notificaciones y pudieras ir calificando. Después hay un momento en el que se convierte en un chatbot. Después hay un momento en el que le empezamos a meter más y más esfuerzos de aprendizaje y educación emocional. Incluso empezamos a trabajar en la parte preventiva. Inicialmente, yo solo pensaba en atacar el problema una vez que ya está ahí, pero ahora tenemos este lanzamiento de la integración de funcionalidades con inteligencia artificial.

¿Cómo van en monetización?

-Todavía no estamos monetizando. Existe un modelo de suscripción en la aplicación, pero lo teníamos de alguna manera escondido porque nos estamos dando cuenta que estaban llegando muchos menores de 18 años que no tenían poder adquisitivo. Nos estábamos enfocando primero en ayudar a estas personas que lo necesitan y el modelo de monetización pasó a un segundo plano.

Ya vamos a empezar con nuestros esfuerzos de monetización en la app y vamos a estar atacando a una audiencia distinta a la de los adolescentes, pensando en que eventualmente vamos a conservar esta estrategia para que los adolescentes la usen sin que tengan que pagar por ella.

¿Hay planes de salir de México?

-Se usa en muchos lados aunque nosotros no estamos haciendo activamente ningún esfuerzo para esto. El 37% aproximadamente está en México y lo demás está repartido entre muchísimos países.

¿De dónde ha salido la inversión hasta este momento?

-Primero fue un ángel inversionista. Después hubo una ronda pre-semilla donde entró 500 Startups, Magma Partners, Hustle Fund y dos ángeles más. Después estuvo la semilla en donde entró ALLVP y muchos ángeles inversionistas. Luego estuvo la extensión de la semilla en donde los inversionistas repitieron y llegó Innogen Capital Ventures y MGV Capital, entre otros fondos.

La primera ronda fue de US$ 350.000, la semilla fue de US$1,5 millones y la extensión de la semilla fue de otro millón.

-¿Han recibido algún tipo de retroalimentación de parte del gobierno mexicano? ¿Este le está dando la importancia necesaria a este tema?

-El 29 de mayo el gobierno mexicano sacó un decreto para crear la Comisión Nacional de la Salud Mental y Adicción como un espacio descentralizado de la Secretaría de Salud. En general, de todo el presupuesto de salud solamente el 2% se destina a salud mental, y de ese 2% el 90% se destina a psiquiatría. Entonces, lo que queda para investigación para innovación y tecnología, realmente, es un nada de nada.

Con la creación del Nom 035 y esta nueva entidad que se acaba de formar veo esfuerzos, pero creo que todavía estamos muy lejos, muy lejos. Este tema creo que va a ser algo que se va a tener que empujar más desde la parte privada.

Suscríbete a nuestro newsletter

Cofundador de Tekios, es ingeniero industrial y periodista. Tras una larga experiencia en México y en Colombia en los sectores financiero, manufacturero e inmobiliario, hace más de una década publica en diferentes medios de América Latina: Milenio, El Universal, Expansión, Chilango, Animal Político (México); CNN y Esquire (Latam); Clarín (Argentina); Semana, Cromos (Colombia). Fue corresponsal de AméricaEconomía en México. Su continua búsqueda de historias originales y trascendentes dentro del periodismo de economía y negocios, lo llevaron al encuentro con las tecnologías disruptivas y su gran poder transformador para la región.