Larga trayectoria la del chileno Olea, que de curioso se fue a Barcelona y terminó maravillándose con la tecnología asociada a celulares, los SMS, los micropagos. Ahínco que trajo millones que le sirvieron para crear un fondo de inversión de riesgo y hoy para apoyar a fundadores de startups que sueñan con Estados Unidos. Con ropaje de babysitter, Olea los orienta desde Miami, el softlanding y la nueva casa soleada de Manutara.
A Pablo Traub.
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Obtuvo el máximo puntaje nacional en la especialidad de matemáticas de la prueba de admisión a la universidad que daban los chilenos. Y con esa gran condecoración sobre el pecho entró a estudiar, a la Universidad Católica de Chile, ingeniería civil. Como premio, obtuvo una beca, y pudo darse el lujo de exigir un solo camino.
Eran años de rígidas certezas para Cristian Olea, Managing Partner del fondo de capital de riesgo Manutara Ventures, aunque la posibilidad de realizar un intercambio al extranjero hizo que la perspectiva de lo posible se ampliara considerablemente al llegar a otro continente. Sin tener oficio de vidente, Olea no podía prever que terminaría emprendiendo; y que, como es hoy, llegaría a ser una voz respetada en el ecosistema de emprendimiento y de venture capital en la región, uno que también se desdobla para orientar a jóvenes empresarios, coterráneos y latinoamericanos, que miran Estados Unidos, desde Miami, con los ansiosos colmillos de un vampiro que quiere morder ¡ahora ya! Cristian sabe que, si lo logran, pasará tiempo antes de que lleguen a triunfar.
Antes hay que aprender. Por eso, de forma un tanto intuitiva, él decidió salir de Chile para observar, ver oportunidades, aprender de otros. Y cuando hacia el último año de universidad, con un par de amigos, se le ocurrió hacer el revelador intercambio. Las posibilidades eran España, Inglaterra y Australia. Y qué afortunados: a veces pasa que no te toca elegir, porque las circunstancias hacen que haya tres cupos para tres amigos… ¡Barcelona a la vista!
“Llegamos a la Universidad Politécnica de Cataluña, en Barcelona, y de inmediato vimos mucho desarrollo y que había profesores muy buenos en el mundo de lo que es la tecnología que actualmente ocupamos en los teléfonos celulares. Y tomamos ramos de telecomunicaciones, porque esa tecnología venía creciendo súper potente, lo que coincide con que vemos allá el primer el reality show”, recuerda Cristian con una amplia sonrisa, la de un Gran Hermano.
-Fue un exitazo, ciertamente, lo que ocurrió televisivamente.
-En Chile no existían los reality show, y con el furor de El gran hermano vimos la locura que era a nivel social este fenómeno; y lo que también pudimos ver era cómo la gente votaba por los teléfonos. Eran votaciones con mensajes de texto. Y ese fue el momento en que a los 3 se nos prendió la ampolleta (el foco) y dijimos esto en Chile no existe, ¿cómo puede ser que no exista algo así en Chile?
-Tú dijiste ¡¿cómo puede ser?!… Pero ¿qué hicieron?
-Volvimos a Chile en nuestro último año de ingeniería. Yo no era muy bueno para la computación, sino más para los negocios, pero mi socio era bien bueno para eso, entonces armamos un sistema que finalmente derivó en nuestra primera compañía, que se llama Multiecast Mobile Messaging, primera empresa en prestar servicios de valor agregado y plataformas SMS en Chile, que en 2007 fue vendida a un grupo australiano.
Éramos agregadores de telefonía móvil y proveedores de servicios de valor agregado en telefonía móvil. Y nos fue muy bien, porque recién salidos de la universidad pudimos conectarnos con las empresas de telecomunicaciones, y que nos dieran apoyo, como Entel, Telefónica. A través de esa empresa hicimos muchos concursos en televisión, servicios de moda en marketing. Incluso al final del año 2002, en los inicios del 2003, pudimos aportar, a través de los concursos, al fenómeno que fue “Protagonistas de la Fama”, el primer reality show de Chile.
-Y en 2007, a estos jóvenes promisorios, les llegan varios millones de dólares, porque los australianos compran.
-Sí, con menos de 30 años ya habíamos hecho lo que hoy día es muy muy difícil de hacer: un exit. Fue cuando derechamente ya estábamos metidos en el mundo del emprendimiento.
Estuvimos trabajando como un año ligados a la compañía que habíamos vendido, y luego se nos ocurre con uno de los socios que venían heredados de la otra compañía, un servicio derivado de lo anterior, que le llamamos micropagos. ¿En qué consistía? Por un mensaje de texto podías pagar algo, como descargas de programas en Softonic.
-Softonic para mí son antivirus.
-Sí. Y con Softonic logramos tener un acuerdo para poder hacer descargas más premium a través de un mensaje de texto y un código que te llegaba y te permitía hacer la descarga. Así fue cómo nos metimos en el mundo del micropago, la previa de cuando nos preguntamos: pero ¿por qué no hacemos una empresa que derechamente sea de pagos a través del teléfono móvil? Y así llegamos a una segunda empresa que fue Ionix Mobile Payments, pionera y todavía muy exitosa en Chile, que opera varios sistemas de pago móviles, como portales de pago, pago del combustible.
A esa compañía lo invitamos a asociarse a Nicolás Luksic, hijo de Guillermo (la familia con la mayor fortuna de Chile), y empezó a crecer. Con esa compañía pasa una cosa entretenida, un poco fortuita, pero relevante para el pago móvil, que hoy día es tan cotidiano, pero en esa época no lo era, y es la seguridad para hacer pagos bancarios con el teléfono. Eso requería un segundo factor de autentificación que hoy día lo damos por sentado… nosotros, efectivamente, le desarrollamos esa tecnología al Banco de Chile, y fuimos quizá uno de los pioneros en desarrollar una tecnología de doble factor de autentificación n el mundo. En la misma época había una compañía en Estados Unidos que se llamaba y se llama Duo Security, que hoy vale millones y millones de dólares. Habían tenido un desarrollo muy similar al nuestro…
-¿Es cuando te vas a Standford, nuevamente, a aprender?
-Sí, porque quizás nosotros habíamos desarrollado antes que Duo Security la tecnología, pero nos dimos cuenta que armar una compañía en Chile versus en Estados Unidos, todo iba a ser muy distinto. ¡En Chile todavía había un mundo muy incipiente de financiamiento a startups! Fue por lo cual decidí ir a un programa en Stanford que nos permitía también difundir nuestra tecnología. Y ahí, bueno, me pude dar cuenta de cómo las cosas eran tan distintas: ¡Silicon Valley, Menlo Park, en Palo Alto California! Y tuvimos la suerte de conseguir varios inversionistas, o sea, gente que se interesó bastante en lo que teníamos. Nos ofrecieron algunos millones de dólares por inversión y había toda una posibilidad de acceso a este capital. Pero cuando volvemos a Chile llega el interés de la familia Luksic de comprarnos nuestra parte.
-Te enfrentabas al mundo del financiamiento.
-Pensaba que las cosas en tecnología había que hacerlas como se estaban haciendo más en Estados Unidos, donde se construyen estos grandes casos de éxito. Y al mismo tiempo fue cuando me pica el bichito (curiosidad) de decir oye, qué interesante este mundo del financiamiento de startups. Eso me hace tomar la determinación de vender mi participación en la compañía y dejar que la comprara Quiñenco.

TESIS DE LA CONVERGENCIA
-Con tanto dinero en el bolsillo, ¿qué se te ocurre?
-Ahí digo ¿qué hago? Partí invirtiendo en un par de compañías chiquititas, startups, como inversionista ángel, pero al poco tiempo me di cuenta que era bien difícil administrar eso, estas pequeñas inversiones, tomaba mucho tiempo y era también muy riesgoso si no se hacía sistemáticamente y no se había invertido desde un fondo. Y ahí fue cuando surge Manutara Ventures, un término en el que me encuentro con mi actual socio, Pablo Traub, que falleció la semana pasada de cáncer.
-¿El 2015, 2016, nace el fondo?
-Sí, él venía también llegando del MIT, estaba llevando Microsoft Ventures en Chile, toda esa iniciativa y nos encontramos. Creamos el fondo, tuvimos como un año dándolo a conocer a distintos inversionistas y logramos echarlo a andar el 2017. Estuvimos listos para comenzar con las primeras inversiones con la gran ayuda que es Corfo en Chile, así que por ahí levantamos US$4.500.000, lo que nos llevó a tener un fondo de US$18.000.000, el que venimos invirtiendo los último 5 a 6 años.
Ese fondo ha tenido mucho éxito, con empresas muy relevantes como Zeppelin, que hoy día una fintech de las más exitosas y probablemente, en poco tiempo más sea un unicornio; también invertimos en RocketPot… básicamente son 15 compañías en la cual hemos invertido. Así que con ese, bueno, hemos estado muy activos en el mercado buscando oportunidad de inversión.
-¿Qué los diferencia?
-Que siempre tuvimos una tesis de inversión, que la llamamos “la tesis de la convergencia”, y esta habla justamente de lo que nos pasó en IONIX, donde el talento estaba, la tecnología estaba, pero lo que no estaba era el ecosistema propicio para alcanzar, digamos, el máximo valor o el máximo desarrollo de la compañía.
Esto es algo que lo habíamos visto en el caso de Israel, donde los tipos, cuando crean empresas, lo que hacen es irse muy tempranamente a Estados Unidos a levantar financiamiento, a instalarse en Estados Unidos porque ese ecosistema tiene justamente mucha inversión, muchas redes, un tamaño mucho más relevante.
-Por eso es que Manutara está acercándose a Estados Unidos.
-Dijimos mira, esto puede ser un caso muy similar a Chile, porque hay excelentes profesionales, excelentes universidades, desarrollo, talento, pero no está el ecosistema. Teníamos que acercarnos a Estados Unidos o tener una presencia más cercana a México, donde hay más visibilidad de Estados Unidos… yo ahora estoy en Miami justamente apoyando la venida de compañías a este mercado con programas de soft landing.
-¿En qué consiste?
-Ayudamos a los emprendedores en su desembarco y les pavimentamos un poco el camino a las compañías que quieren instalarse en Estados Unidos.
-Ustedes están desarrollando una labor que pudo realizar el empresariado tradicional chileno. Evangelizar, formar, dejar atrás las materias primas, etc.
-Bueno, esa generación no hizo nada. Cuando empezamos a levantar el primer fondo, uno se acercaba al empresariado o a los family offices en Chile y la verdad es que en esa época era tan rentable el tema inmobiliario, con unos retornos absurdos, que todos te decían pero porque voy a invertir en algo más riesgoso.
De hecho, un tema semántico: hasta hoy día tratamos de instalar el concepto de “capital de emprendimiento” y “capital de riesgo”, porque este último tampoco ayudaba mucho a la causa de poder desarrollar la industria del venture capital en Chile.
-Sigamos con las family offices. Toda empresa familiar entra en crisis. Es de manual. ¿Durante esa crisis es que los nuevos vienen con el hambre de apostar por la solución tecnológica a ciertos dolores sociales latinoamericanos, chilenos, mundiales, como en Fintech, el de democratizar las finanzas?
-100%. O sea, diste en el clavo. Nosotros veíamos que, cuando íbamos a levantar capital en estos family offices, en estas familias, grupos, que había mucha reticencia de los operadores de esa época a entrar a este mundo, porque era algo muy desconocido para ellos. Pero, como dices, las nuevas generaciones tenían como una suerte de excusa para entrar al juego aunque fuera con menos experiencia, pero con mayor conocimiento en tecnología.
Igual es importante decir que muchos de los family offices chilenos grandes sí tenían inversión en venture, pero en los venture capital de Estados Unidos, en los Sequoia, en los grandes fondos americanos, y eso ha cambiado: hoy día vemos que ellos también tienen ganas de estar acá y apoyar al emprendedor chileno y hay un poco también de querer devolver la mano, o sea, eso también lo hemos visto. Qué decir las nuevas generaciones de los family offices que están mucho más interesados en apoyar al emprendedor chileno y están invirtiendo en fondos como el nuestro, creando sus propios fondos, como la familia Ibáñez con Kayak, algunos corporate venture capital como el de Soquimich, el de Arauco, Consorcio, etc. Hoy día hay una necesidad de estar ahí porque sin duda estas disrupciones, en Latinoamérica, tienen que ver con un avance tecnológico que viene a romper la carencia. El ejemplo más claro es la industria del Fintech.
-Para finalizar, Cristian, ¿cómo va la labor de algo así como babysitting de los fundadores chilenos y latinoamericano que llegan a Miami?
-Volar de día no es lo mismo que volar de noche o volar con viento. En Chile pueden volar, pero cuando llegan a Estados Unidos se dan cuenta que tienen que volar a través de un viento huracanado, tornados y huracanes que hay por estas zonas. Entonces, es mucho más difícil volar y justamente lo que tratamos de hacer nosotros, en Miami, es despejarles la barrera cultural de cómo se hacen las cosas, de cómo se perciben las cosas acá, hacerles ver lo que necesitan.
-Entonces, Miami se está transformando en la casa de Manutara, una estadía que parece que es para rato.
-Sí, sin duda. En lo personal, me vine con mi familia, y la verdad es que en dos años acá te puedo decir que estamos súper adaptados, los niños están felices, a mí me ha ido muy bien con este proyecto. Lanzamos nuestro segundo fondo, y tenemos varios inversionistas americanos, porque nosotros también podemos ser un vehículo para inversionistas americanos que no tienen ninguna inversión en Latinoamérica, un americano que quiere diversificar, meter un poquito aquí, un poquito allá, y no solo en industrias, sino que en regiones, en sectores.