Tekios conversó con el mexicano Luis Duarte, partner de Imaginable Futures, una organización del multimillonario fundador de Ebay, Pierre Omidyar, que navega entre la filantropía, la tecnología y la inversión de impacto.
Luis Duarte encontró el equilibrio en Imaginable Futures (IF). Es ahí donde convergen su conciencia social descubierta a muy temprana edad, su ímpetu emprendedor y una inquietud obsesiva por las tecnologías disruptivas. En esta organización ha podido responder algunas de las preguntas que descubrió a partir de una gallina… Sí, de una gallina.
Suscríbete a nuestro newsletter
Pero antes de ir por esa revelación infantil, repasemos la trayectoria profesional que llevó a Duarte a una de las organizaciones globales más destacadas del emprendimiento de impacto: hace casi dos años supervisa el trabajo en América Latina de IF, una compañía de inversión filantrópica que se enfoca en impulsar innovaciones, sobre todo del sector edtech, y spinoff de Omidyar Networks, la fundación de Pierre Omidyar y su esposa Pam Omidyar. En conexión con esta, IF ha invertido más de US$225 millones en África, América Latina y Estados Unidos.
Duarte llegó ahí después de un largo recorrido en el emprendimiento, en el sector público y muy recientemente en la filantropía, con Zomalab, la fundación de la familia Walton, una de las más ricas del mundo, herederos del fundador de Wal-Mart, y enfocada en soluciones sistémicas y escalables a diferentes problemas, en Colorado y en Chile. Destacan, según Duarte, las iniciativas dirigidas al desarrollo de la primera infancia y la igualdad de oportunidades entre los niños menores de cinco años.
Luis Duarte, además, ha sido miembro de la junta de Acción, y de B Lab. La primera es una organización internacional sin fines de lucro, pionera en los campo de las microfinanzas y la inversión de impacto en fintech; la otra una organización sin fines de lucro que otorga la certificación de corporación B para empresas que cumplen voluntariamente con ciertos estándares de transparencia, responsabilidad, sostenibilidad y desempeño.
En Tekios hablamos con Luis Duarte, quien nos contó desde Denver sobre la convergencia entre filantropía, startups de impacto social y sus propósitos sociales, y sobre cómo ha encontrado en IF una organización que refleja todos estos intereses.
Ahora sí:
–Cómo es eso de la historia de la gallina…
-Nací en Chihuahua, en una familia muy católica, y como es tradición en la educación lasallista participé en voluntariados desde muy niño. El primero, en Río Verde, un pequeño pueblo donde me enfrento con una realidad con la que no había tenido contacto, a pesar de que fue la realidad de mi padre, quien viene de una familia muy humilde, pero que, por mi temprana edad, tal vez, nunca nos la había compartido.
La primera noche, una mujer nos invitó a cenar pollo en su pequeña casa donde vivían 12 personas. Cuando la hija mayor salió llorando de la habitación, la mujer nos explicó: ‘Esta es la gallina que nos pone huevos durante todo el año, pero se las ofrecemos a ustedes porque están aquí para ayudarnos’.
-¿Te dejó marcado esa experiencia?
-Me hice muchísimas preguntas. ¿Cuál es la fuente de felicidad de estas personas?, ¿por qué no tienen?, ¿por qué yo no soy como ellos? También me di cuenta de que no era el único que tenía esas preguntas existenciales y empecé a establecer otra relación con mi papá, una relación a la fecha muy bonita, donde lo empiezo a solicitar no solo como padre, sino como mentor.
Él me contó su historia llena de carencias y una vida muy complicada, y así fue cómo desde muy temprano supe que la felicidad es buscar un propósito mayor, una razón para estar en este planeta que es más grande que tu propio éxito; un servir a la comunidad, servir a los otros, y eso se vuelve mi compás.
–¿Desde cuándo se convierte el emprendimiento de impacto en un tema central de tu vida?
-A los 19 años, en mi tercer semestre de Ingeniería Mecánica, en Monterrey, me topo con una clase de emprendimiento. Con un compañero de los voluntariados buscábamos un proyecto que pudiera ofrecer algo de servicio. Por una anécdota de Luis Daniel (su socio) sale la idea de hacer estos papeles encerados con la forma de la taza del sanitario para venderlos como pañuelos desechables. Así creamos Cleanco.
El proceso era muy sencillo y nos dimos cuenta de que ahí había una fuente de trabajo donde se requerían pocas instrucciones. Entonces, nos preguntamos cuáles eran aquellas poblaciones invisibles a las que eso les podía ayudar, y decidimos hacer experimentos con las instituciones que ayudan a personas con capacidades diferentes. Todas en su precariedad nos abrieron las puertas. Así logramos crear toda una línea de ensamble con estas instituciones y hacer un tipo de revenue share con el que las ventas logradas se compartían de una manera equitativa con todas las personas que formaban parte del proyecto.
–¿Y cómo les fue?
-Muy bien, nos dieron mucha prensa y eso llegó a oídos de muchos corporativos como Coca-Cola, Pepsi y Home Depot. Así fue cómo empezamos a levantar mucho la marca de un emprendimiento social sin saber lo que significaba ser un emprendedor social.
Nos llevó a varios premios y uno de ellos fue una beca para irnos a estudiar a Tulane University, en New Orleans, donde nos topamos con un profesor que nos motivó mucho. Hoy, después de muchos años, veo que el modelo de negocios tenía muchas fallas, pero entiendo que a lo que nos impulsaba este maestro era a tener la experiencia de servir, a través del negocio. Una lección valiosísima.
–¿Qué pasó con el emprendimiento?
-Yo tenía el sueño de ir a Alemania como ingeniero mecánico; quería irme estudiar a la BMW, y pude conseguir un internship el último semestre de mi carrera. Finalmente, esto no encajó con la visión de fantasía que yo tenía y después de un tiempo regresé para graduarme cuando el negocio estaba muy complicado por un problema de salud de mi socio. Pero ahí yo me di cuenta de que Alemania no era lo que quería y que el negocio, aún cuando había sido una gran experiencia, tampoco era… quería seguir explorando. Entonces, salvamos las deudas que teníamos con proveedores y cerramos.

LA TECNOLOGÍA COMO CATALIZADOR
–¿Es en ese viaje cuando descubres que la tecnología puede ser un vehículo para cumplir el propósito del que hablas?
-Yo creo que uno de los retos más grandes que teníamos en esta empresa, Cleanco, era la escalabilidad y por eso empiezo a hacerme preguntas que me llevaron a la tecnología. El conocimiento adquirido y mi experiencia empiezan a permear y me doy cuenta que realmente es a través de las tecnologías de punta que se pueden cambiar las industrias.
Años después, cuando vengo a hacer mi posgrado en Babson, había una clase que se llamaba El mundo Hiperconectado. La clase se enfocaba en la evolución del ser humano a través de sistemas, de la tecnología. Me sorprendió ver los hubs tecnológicos que cruzan fronteras, porque así se abrió para mí un espacio muy interesante para empezar a entender las tecnologías disruptivas.
Son los tiempos (2010) cuando Singularity University abre sus puertas. Me pongo a seguir como un fanático todas estas tecnologías, estudiando muchísimo todo el tema de la inteligencia artificial, la realidad virtual, machine learning, criptomonedas, etcétera.
–Tienes experiencia también en el sector público. ¿Qué quedó de ese paso por la Secretaría de Salud, de tu estado?
-El sentir que se puede impactar a través del sector público a una cantidad de personas que nunca había podido dimensionar; que tus decisiones realmente tienen consecuencias para mucha gente, porque tienes el poder de transformar comunidades.
Me doy cuenta que la velocidad del sector público es muy diferente a la velocidad del sector privado; los intereses y las agendas también. Y me topo con muchos temas de corrupción con los que yo no comulgo.
Mi conclusión es que puedes transformar comunidades si logras conversar y entender las agendas del sector público con una visión que tenga en cuenta la innovación y el emprendimiento. Y poco tiempo después decido volver a emprender, con YoReciclo, una empresa de certificación ambientalista y de reciclaje.

FILANTROPÍA, OTRO INGREDIENTE
–¿Y cómo se da tu salto a la filantropía, puntualmente a Zomalab?
-Cierro ese emprendimiento muy cansado, después de cinco años y no muy orgulloso de todo el esfuerzo que se le metió. Sin embargo, había una comunidad de personas que ya había seguido mi trayectoria de una u otra forma, y me dicen que una fundación familiar muy importante, a la cual le importa mucho el tema de primera infancia, de estudiantes, de tecnología, de inversión, busca a alguien que les ayude a organizar todo eso. Yo no tenía conocimiento de filantropía ni de inversiones, pero la familia decide darme la oportunidad porque, según sus palabras, ven en mí una historia de integridad con mis valores. Me dan acceso, entonces, a entrar al family office para liderar su filantropía y ayudar a la parte del impacto en las inversiones. Así, por primera vez empiezo a ver lo que puede ser la carrera de filantropía, de inversión, de impacto, de continuar apoyando emprendimientos en todas estas áreas donde la tecnología es muy importante.
-¿Un descubrimiento trascendental?
-Sí, y descubro emprendedores que están utilizando la tecnología en sus procesos. Me doy cuenta que estas disrupciones son las que están realmente cambiando industrias completas, y lo puedo ver de primera mano, porque la familia tiene acceso a esos líderes tan importantes en todo el mundo.
Pero también empiezo a extrañar el trabajó cercano con emprendedores. El non profit me gustaba mucho, pero estaba abandonando esa otra parte.
-¿Cómo aterrizas en Imaginable Futures?
-Se abre, sin buscarla, la oportunidad para sumarme al equipo de Imaginable Futures que en ese momento aún era Omidyar Networks. La posibilidad de liderar todo el esfuerzo en Latinoamérica, apoyar a África y Estados Unidos, y tener todavía 50% del portafolio para apoyar non profit.
–¿Por fin convergen tus intereses?
-Sí, después de las reflexiones que me ha traído la pandemia, me he dado cuenta de eso… Imaginable Futures y Omidyar Networks se conocen en las últimas dos décadas porque han invertido en temas de tecnología para el bien común, en el sector financiero, de salud, e educación, de democracia y hasta en periodismo.
Otra motivación es la curiosidad y la humildad. Se junta un equipo que sabe que puede aprender de un niño de 9 años que está en una zona rural, como del mejor doctor en tecnología en Harvard, y los mantenemos casi al mismo nivel. Y eso para mí es muy importante.
–Con un especial énfasis en edtech, por lo que vemos.
-Mi enfoque en este momento es cómo el ser humano puede catalizar su propio potencial a través del aprendizaje. Y la tecnología juega ahí un papel fundamental porque le da la oportunidad a la gente de tener acceso a herramientas que no existían antes.
Entonces, parte de mi trabajo es ver cómo cerrar esa brecha de oportunidades que descubrí cuando tenía nueve años en el voluntariado y que esas tecnologías y estos servicios no la incrementen más, que también es posible.
–¿Qué está haciendo Imaginable Futures en América Latina?
-En Brasil nos hemos metido muy de lleno, donde hay un esfuerzo muy grande con otras fundaciones y gobiernos para conectar a todas las escuelas con una velocidad de internet adecuada. Hemos redoblado esfuerzos para enencontrar soluciones edtech con mucho potencial, donde el emprendedor realmente esté enfocado en cómo su servicio llegue al sector público. También tenemos inversiones en Argentina, México, Colombia y Perú.
–¿Por qué el foco en los emprendedores que apuntan al sector público?
-Porque hay muchos emprendedores que han sido muy exitosos vendiendo o ayudando a escuelas del sector privado, donde la gente puede pagar. Y el reto es cómo podemos apoyar a esos emprendedores para ayudar a todos aquellos niños que no tienen acceso. Son emprendedores que el mercado y el capital los llevó a vender sus servicios solo en el sector privado.
LOS ECOSISTEMAS
-¿Cómo es su relación con las startups? ¿Funcionan como venture capitalist?
-Tenemos la flexibilidad de poder utilizar un gran rango de capital. Para algunas soluciones entramos side by side, con un venture capitalist, donde esperamos los mismos retornos. Sin embargo, el impacto social es lo más importante y si en algún momento tenemos que tomar una decisión, tener un retorno concesionario un poco más bajo, pero sabemos que es para beneficio e impacto de la sociedad, lo hacemos. También hay préstamos con unas tasas increíblemente blandas para que el emprendedor pueda probar si su solución, que es muy exitosa en el sector privado, también lo puede ser en el sector público.
–Es un año explosivo en inversiones en América Latina, ¿están los actores de los ecosistemas asumiendo ese discurso de responsabilidad social que tanto mencionas?
-He recibido personalmente muchísimas llamadas de fondos de capital, venture capitalists y private equity que no tienen conocimiento del sistema educativo, pero que están viendo los retornos y la energía que hay en este sector, entonces, quieren ser parte.
A mí me resulta excelente, porque hay más capital, lo cual lleva a más innovación, lmás negocios, etc. Pero me preocupa mucho que la expectativa de un sector como fintech o healthtech se quiera transferir al edtech, sin tener en cuenta que el retorno en educación toma mucho más tiempo. Me preocupa, habiendo sido emprendedor y sufrido este tema de la urgencia, que este nuevo capital lleve a los emprendedores a tomar decisiones que incrementen la brecha de la cual estamos hablando, porque se van a ir definitivamente por el sector privado y vamos a dejar al lado el sector público. Entonces, esa brecha de oportunidades va a ser todavía más grande.
–¿Le falta madurez a la inversión de impacto en edtech?
-Hemos sido capaces de apoyar soluciones puntuales, pero cuando tú das un clic atrás, que fue el ejercicio que hicimos en Kenia, en Estados Unidos, en Sudáfrica y en Brasil; juntas a la gente que está realmente en el sistema educativo en ese momento y les preguntas ‘¿qué te está ayudando o qué te está impidiendo realmente a ser exitoso?’, elevas un mapa visual donde al centro está un sistema educativo diseñado para ayudar a unos y perjudicar a otros. Y así seguimos operando en sistemas educativos y en ecosistemas que refuerzan mucho esta división.
–¿Existe una especie de green washing, pero en otros sectores?
-Sí, pero también hay iniciativas legítimas. Hemos tenido muchas conversaciones en la mesa directiva de B Lab, y se ve que hay mucho más interés de la nueva generación de empleados de trabajar en una empresa que concuerde con sus valores; en ver cómo están cuidando a la comunidad, cómo están cuidando al planeta. Y de ahí el crecimiento tan increíble que hemos visto en la comunidad del sistema de B Lab alrededor del mundo. Hay soluciones puntuales, pero para transformar el sistema necesitamos una visión más holística.
–¿Están trabajando por esos futuros imaginables de ese niño que encontró su propósito en Rio Verde, Chihuahua?
-Estamos tratando de reimaginar el rol del capital y que no esté nada más enfocado a un retorno financiero; para que sea una herramienta el servicio de líderes que están transformando comunidades, y en apoyo de personas que accedan a aquello que va a catalizar su potencial.